Martín Miguel de Güemes y José de San Martín se conocieron y trataron en Buenos Aires, donde residieron casi todo 1813, forjándose entre ellos una amistad franca e inalterable. Poco después, San Martín reconoce las virtudes de aquel, recomendándolo con un informe favorable a las autoridades superiores y que el gobierno accedió nombrando a Güemes Teniente Coronel el 7 de diciembre de 1813. En enero del año siguiente, se encuentran en la hacienda de Yatasto, Salta y conforme Ercilia Navamuel “diseñan el proyecto y estrategia de libertad americana, por la cual Güemes debe frenar el avance realista por el interior del continente, mientras San Martín iría por la costa del Océano Pacífico liberando Chile y Perú, ambos debían encontrarse en Lima”.
Vicente Fidel López, señala que el general San Martín “en cuanto a conocimiento de hombres jamás se equivocaba (…) miraba a Güemes con una predilección marcadísima. Siempre mantuvo con él una correspondencia muy honrosa y admirable: e hizo grandes empeños para que el Gobierno de Buenos Aires le diese una base de ejército con el que entrara en el Alto Perú al mismo tiempo que él iba por el Pacífico sobre Lima”.
La acción de Güemes en el vasto plan de la hazaña integracionista continental del Libertador es muy amplia y, por cierto, excede el propósito de este artículo, pero vale rescatar que la “gesta salteña” o “guerra gaucha” no puede ser orientada parcialmente sino de manera regional en lo que comprendía la provincia de Salta (Tarija, Jujuy, Orán, Santa María y Salta), con la necesaria colaboración integral de todas sus campañas, ciudades y Cabildos, en un proyecto uniforme y de acción definido en el ideal sanmartiniano por la libertad e Independencia de América.
En efecto, el plan de San Martín no se concentraba únicamente en la campaña de los Andes, sino que fue más amplio y combinado. Opina Atilio Cornejo que la estrategia era “primero, de ofensiva por el Oeste y de defensiva por el Norte, y después, de ofensiva desde el Norte, juntándose en Lima ambos contingentes”. San Martín tuvo siempre bien en cuenta la ruta al Perú por el Norte, considerando la importancia de la estratégica posición geográfica de Salta y Jujuy, punto este último al que el virrey José Fernando de Abascal y Sousa llamaba la puerta del Alto Perú o la llave del Perú.
El valor estratégico de la provincia de Salta era concluyente, de modo que bien sostiene el autor español Fernando Díaz Venteo: “constituye geográficamente la transición del Alto Perú hacia la pampa argentina”, añadiendo que “es la vía natural de comunicación entre las cuencas del Plata y las montañas del macizo boliviano”. La idea del Libertador era “cortar las comunicaciones de Buenos Aires con el Perú”, cuyas intenciones realistas “tendían aún más al Sur” dispuestos en llegar a Buenos Aires.
En el plan de San Martín, añade Atilio Cornejo, no solo estuvo la ofensiva del ejército patriota hacia Lima, “sino también su defensiva y la del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata sujeta a su soberanía de la recíproca ofensiva del ejército realista hacia Salta y Jujuy”. Fue un plan completo y genial “en consecuencia, un plan continental bien definido desde el primer momento, en el que debían actuar, combinados, bajo la dirección del Libertador, éste, desde Mendoza atravesando los Andes y libertando a Chile; Güemes desde el Norte; y Arenales desde el Alto Perú y Santa Cruz de la Sierra; y todos, con una sola meta: Lima”.
La acción de Güemes en el vasto plan de la hazaña integracionista continental del Libertador es muy amplia y, por cierto, excede el propósito de este artículo, pero vale rescatar que la “gesta salteña” o “guerra gaucha” no puede ser orientada parcialmente sino de manera regional en lo que comprendía la provincia de Salta (Tarija, Jujuy, Orán, Santa María y Salta), con la necesaria colaboración integral de todas sus campañas, ciudades y Cabildos, en un proyecto uniforme y de acción definido en el ideal sanmartiniano por la libertad e Independencia de América.
En efecto, el plan de San Martín no se concentraba únicamente en la campaña de los Andes, sino que fue más amplio y combinado. Opina Atilio Cornejo que la estrategia era “primero, de ofensiva por el Oeste y de defensiva por el Norte, y después, de ofensiva desde el Norte, juntándose en Lima ambos contingentes”. San Martín tuvo siempre bien en cuenta la ruta al Perú por el Norte, considerando la importancia de la estratégica posición geográfica de Salta y Jujuy, punto este último al que el virrey José Fernando de Abascal y Sousa llamaba la puerta del Alto Perú o la llave del Perú.
El valor estratégico de la provincia de Salta era concluyente, de modo que bien sostiene el autor español Fernando Díaz Venteo: “constituye geográficamente la transición del Alto Perú hacia la pampa argentina”, añadiendo que “es la vía natural de comunicación entre las cuencas del Plata y las montañas del macizo boliviano”. La idea del Libertador era “cortar las comunicaciones de Buenos Aires con el Perú”, cuyas intenciones realistas “tendían aún más al Sur” dispuestos en llegar a Buenos Aires.
El aporte más significativo de San Martín a la causa, señala María Inés Garrido de Solá: fue el vasto plan combinado, con la consecuente participación de Güemes. Un plan erudito e ingenioso. Desde el punto de vista político, económico, social y cultural, el aporte relevante de San Martín como estadista fue su visión de América, la que para él, al igual que para Güemes, Bolívar y quienes los siguieron, era la América única, unida, integrada.
El 20 de febrero de 1814, siendo San Martín General en Jefe del Ejército Auxiliar, designó a Güemes Comandante de las Avanzadas del Río Pasaje (o Juramento), asumido este cargo se dispuso a expulsar a los españoles de Jujuy y de Salta, constituyéndose de tal manera, toda la tierra en armas: Campo Santo, Puerta de Díaz, Ampascachi, Guachipas, Chicoana, los Valles Calchaquíes, Anta, Rosario de Lerma, etc., sitios en los que después de Ayohuma, los patriotas salteños dan muestra de su entereza para detener la invasión realista que al frente del general Juan Ramírez Orozco asomaban por Jujuy el 16 de enero de 1814. En plan de ofensiva, San Martín le escribe al Director un oficio fechado el 25 de abril de 1814, diciéndole que: “El Comandante Güemes fue llamado por mí, para recibir instrucciones. Le he dado el comando general de todas las avanzadas. El 22 de éste regresó a su destino llevando alguna tropa, oficiales y auxilios para las avanzadas a su cargo”.
La gesta güemesiana o mejor dicho, la gesta salteña, mediante una guerra de recursos con Güemes a la cabeza, sus oficiales, los famosos gauchos salto-jujeños y los chapacos tarijeños, en combinación con los decididos altoperuanos, al decir de Manuel María Urcullo, batallaron, cayeron y triunfaron: “todos se ligaron con un mismo juramento, uno fue el objeto, uno el empeño”. Fueron ellos los pilares fundamentales que sostuvieron la defensa de la Patria.
En consecuencia, las condiciones demostradas por los habitantes de Salta en lo que respecta a su espíritu de sacrificio y entrega total a la causa, entre otras aptitudes, advierte Félix Best, que “hicieron esperar a San Martín un éxito halagador de la defensa con la intervención de los gauchos”. Es que, con Güemes como general en jefe del Ejército de Observación sobre el Perú, título conferido por San Martín desde Rancagua el 8 de junio de 1820 como parte de su plan continental, y como gobernador intendente de Salta, se pudo sostener una lucha sin tregua contra los enemigos de nuestra Independencia. Sin recursos, sin municiones y careciendo completamente de los elementos indispensables, nada abatió su ardiente patriotismo. La provincia de Salta, sola, abandonada y en tan triste situación, la sostuvo Güemes con sus oficiales y gauchos, contra todos los embates de un ejército aguerrido y numeroso: Luis Borja Díaz, Juan de Dios de Lea y Plaza, Bartolomé de la Corte, Manuel Ubaldo de Lea y Plaza, José Gabino de la Quintana, Luis Burela, José Francisco de Gorriti, José Remigio de Lea y Plaza, Gaspar López de Vera, Apolinario Saravia, Ángel Mariano Zerda, Pedro José de Zavala, Bonifacio Ruiz de Llanos, José María Pérez de Urdininea, José Gregorio López, Juan José Quesada, Juan José Feliciano Fernández Campero, Francisco Pérez de Uriondo, José Miguel Lanza, José Antonino Fernández Cornejo, Mariano Zavala, Sinforoso Morales, Vicente Torino de Viana, Tomás Frías de Aramburú, Eusebio Martínez de Mollinedo, Mateo Ríos, Jorge Torino de Viana, José Gabino Sardina, Justo Pérez de Mendoza, Teodoro López, Nicolás Frías de Aramburú, Pedro Alcántara Ferreyra, Juan Francisco de Peñalva, Juan Esteban Arias de Navamuel, Valentín Córdoba, Justo Pastor Arce, Juan Galo de Leguizamón, Pastor Padilla, Juan Antonio Rojas, Gregorio Romero y González, entre otros notables y olvidados oficiales, algunos heridos o muertos en combate y cuyos nombres aún esperan ser esculpidos en el mármol.
En efecto, el plan integracionista americano coordinado en 1820 entre San Martín desde Chile, y Güemes con sus milicias desde Salta y Jujuy, era vital en las operaciones de pinzas sobre los peninsulares en el Perú y el Alto Perú. La muerte de los amigos de San Martín en quienes confiaba ciegamente: Belgrano en 1820 y Güemes al año siguiente, dejó inconcluso el plan sanmartiniano que el salteño tanto había sostenido.
Estos y otros sucesos trastocaron todas las previsiones del plan ofensivo de invasión al Perú por el centro del territorio. Güemes recuerda el 4 de marzo de 1821 en un oficio que dirige a la Corte de Justicia de Tucumán, que “a esfuerzos de sola Salta fue aprestada la expedición contra los tiranos del interior, de cuya importancia a estado íntimamente convencido por la parte que le cupo en la combinación oficial con el Sr. Gral. San Martín”. De hecho, desde mediados de 1820, Güemes tenía dispuestos dos mil hombres para entrar en acción y prestar su concurso militar y económico a San Martín, afrontado “sin costo alguno por parte del Estado”.
Pero, la violenta muerte de Güemes el 17 de junio de 1821, determinó inmediatamente la disolución del Ejército Auxiliar del Perú y fue la principal causa de la prolongación de la guerra en el Perú y consecuentemente, de los graves problemas militares que soportó San Martín en el semestre anterior a Guayaquil. Sin aquel suceso, “la guerra en el Perú –alega Juan Manuel de los Ríos- terminaba a fines de 1821, porque hasta esa fecha San Martín había vencido a Canterac, tomado la fortaleza del Callao, ocupaba los principales centros de abastecimiento, y sólo le faltaba anular el ejército realista de las provincias altoperuanas, tarea confiada a la división del Sur”. Lo que vino después, no fue igual y con un sinnúmero de dificultades. En esta región faltaba el caudillo. Guayaquil fue el final de la etapa sanmartiniana y la labor fue completada lentamente por Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, pero con un plan y un desenlace diferente.
Por Rodolfo Leandro Plaza Navamuel.
Historiador, diplomado universitario en genealogía y heráldica (USP-T). Presidente de la Federación Argentina de Genealogía y Heráldica. Presidente de la Academia Güemesiana del Instituto Güemesiano de Salta y del Centro de Investigaciones Genealógicas de Salta. Académico correspondiente de la Academia Sanmartiniana del Instituto Nacional Sanmartiniano y de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. Autor de numerosos libros y de diversos artículos históricos y culturales en diarios y revistas argentinas.